domingo, 17 de mayo de 2009

Hijos consentidos: ¿Dedibilidad o injusticia?


Por: Dra. Lucy Serrano

La mayoría de los hermanos, a nivel consciente o inconsciente, intentan llamar la atención de los padres para convertirse en los consentidos del hogar. Para lograr esto hay determinados “roles” que los hijos desempeñan, por ejemplo, los mayores suelen ser muy responsables, se les pide que pongan el buen ejemplo, sobre todo si el hijo es varón y el que continúa con el apellido familiar; si es mujer se puede convertir en la segunda madre de sus hermanos y su mamá se apoya en ella.
Por: Dra. Lucy Serrano



Aunque los padres tengamos la intención de querer y proteger a nuestros hijos por igual, debemos admitir que no deja de haber ciertas preferencias con alguno de ellos. No se trata de ser injustos, simplemente existe cierta empatía natural, una afinidad mayor con alguno de los hijos. También influye mucho en esto la forma en que los hijos nos tratan.

Hay hijos muy cariñosos y atentos con sus padres, hay otros fríos e indiferentes e inclusive otros groseros y malagradecidos. Algunas veces la preferencia se puede dar por proteger al más débil, al que se mete en problemas o al más barbero y acomedido.

Un factor a tomar en cuenta también es la etapa de nuestra vida en que fueron concebidos o que nacieron. Por ejemplo una madre soltera que fue abandonada por su pareja y rechazada por su familia, que no pudo seguir estudiando ni divertirse por tener la responsabilidad a edad temprana de un hijo, tal vez sienta un rechazo inconsciente hacia él.

Un padre que deseaba vehementemente un hijo varón y le nace una mujercita, aunque se esfuerce en ocultarlo, puede dejar traslucir su decepción.

Una mujer con cuatro hijos que de forma inesperada sale embarazada, aunque decida no abortar, puede sentir que este bebé representa una carga adicional para ella. Un hombre que está a punto de divorciarse porque se lleva mal con su pareja y ella le sale con la noticia de que está embarazada, sentiría una gran frustración por verse “atrapado” y no mostrar mayor entusiasmo por el bebé que está a punto de nacer.

Algunos hijos crecen con muchos traumas por no haber sido el consentido de papá o mamá, siempre se están comparando con sus hermanos y manifiestan reproches y resentimientos hacia sus padres. Hay ocasiones en los que estos sentimientos están plenamente fundamentados por las evidentes injusticias que se cometen al marcar esas preferencias: privilegios/castigos, excesiva atención/indiferencia, crítica/halagos.

He visto casos en los que el hijo o la hija se desviven por buscar la aprobación de sus padres, muchas veces sin resultado, haciendo cosas que no les gustan (estudiar la carrera que su padre quería, ocultar su homosexualidad, acatar completamente las reglas de la casa aunque les parezcan injustas, no independizarse cediendo a culpas y manipulaciones) y están dispuestos a pagar cualquier precio con tal que papá o mamá los aprueben y les demuestren un poco de cariño o admiración.

Al no lograrlo, pese a sus mejores esfuerzos, quedan de manera permanente con un hueco o vacío interno y, desafortunadamente, pueden tratar de compensarlo buscando parejas parecidas a los padres y cayendo en la enfermiza codependencia, aguantado abusos y humillaciones o extralimitándose en sus esfuerzos por complacer al otro ya que no pudieron hacerlo con sus padres.

En el otro extremo vemos a personas adultas sumamente amargadas y resentidas con la vida, con una baja autoestima, creyéndose inferiores, con la idea arraigada a un nivel inconsciente muy profundo de: “Si ni siquiera mi madre/padre, me quiso, ¿cómo va a quererme otra persona?”. Su comportamiento es auto-derrotista, fracasan repetidamente y es difícil que salgan de ese círculo vicioso.

Por supuesto que también pueden darse casos en los que no hay un hijo consentido evidente, pero que exista una distorsión de las percepciones del hijo que se siente menos querido.

Se trata de personas demasiado sensibles y necesitadas de atención que se ponen celosos de las atenciones de sus padres hacia cualquiera de sus hermanos porque no soportan no ser el centro de atención, por lo tanto se dedican a chantajear a los padres para buscar más privilegios con discursos como: “Claro, si prefieres a mi hermano X, a mi nunca me toca nada”, “Por qué a fulanito sí le das permiso y a mi no”.

Como el generar culpa suele funcionar en la mayoría de las veces, se corre el peligro de que en la vida adulta se usen esas técnicas inadecuadas para obtener lo que se quiere.

Por más que los padres le expliquen que a él también lo quieren o que no hay distinciones entre uno y otro, no hay forma de tenerlos conformes.

Para evitar todos estos problemas, estos son mis consejos para los padres y para los hijos:

PADRES

Hasta cierto punto es normal tener alguna preferencia con determinado hijo por esa afinidad natural y/o buen trato que se recibe de él, pero siempre y cuándo actuemos con justicia y tratemos de darles a todos parejo (tiempo, atención, cariño, halagos).

No debemos caer en los chantajes, sino explicar con sencillez el motivo por el cual en un momento dado estamos mostrando esa preferencia, sin pretender justificarnos o que nos entiendan.

Puede ser útil contarles a los hijos nuestra historia de vida y los detalles de su nacimiento, pero sin hacerles sentir culpables o responsables de nuestras desgracias, recordando que ellos no pidieron venir al mundo.

Si nuestro rechazo y/o indiferencia tiene que ver con su conducta, independientemente del amor incondicional que cada hijo merece, también será necesario hacerles ver qué es lo que nos molesta y nos lastima de su actitud. Si ambos ponen de su parte (padres e hijos) se pueden limar estas asperezas.

Si no es así y prefieren cerrarse y quedar como víctimas, será necesario esperar el momento en que busquen terapia para liberarse de sus traumas y sanear su vida.

HIJOS

Hay que recordar que muchas veces es imposible llenar todas las expectativas de los padres, por más que nos esforcemos y que eso no tiene nada que ver con nuestro valor personal.

Desde temprana edad es importante acostumbrarse a que no todo el mundo se va a comportar de acuerdo con nuestros deseos y necesidades y que muchas veces nuestros padres vienen arrastrando graves problemas de su propia infancia que no han resuelto y que se ven reflejados en su trato hacia nosotros.

Aquí cabe utilizar el criterio y la comprensión para no caer en los extremos mencionados anteriormente, permitiendo que nuestras conclusiones respecto a lo que nuestros padres piensan de nosotros no sean factores predeterminantes e inflexibles de nuestra valía como seres humanos.

Los libros que más recomiendo para sanar las heridas con los padres son: “El Poder Está Dentro de Ti” de Louise Hay, Editorial Diana. Para casos graves de maltrato y/o abuso en la infancia: “Padres que Odian” de Susan Forward, Editorial Grijalbo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta este artículo.
Tengo un caso parecido, pero no sé quién tenga la culpa, si yo o mi madre. Mi madre consiente mucho a mi hermana menor y todo empezó desde que mi hermana anda con su novio. Qué me recomiendas? ¿crees que mi madre necesite terapia? o quizá yo la necesite? o una terapia familiar?

Te agradezco de antemano una respuesta. Ya no puedo más, esto me tiene muy mal

Atte. J.B.

Anónimo dijo...

Hola

No tengo idea qué religión profeses pero creo que participar en algún grupo de oración te ayudaría.

Eso puede ser una alternativa. Otra, practica algún deporte con la finalidad que te relajes y refuerces tu valía personal.

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